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Valeria Calvo: mucho horizonte en cualquier línea que pinte
por Kekena Corvalán


Nos sorprende esta artista en su segunda muestra individual; la primera fue en el Centro Cultural Borges, en el 2008. Hasta ahora ha realizado muestras colectivas, entre ellas, en el 2010 “Por qué pintura”, en el Fondo Nacional de las Artes, o en la Beca Ecunhi, en el 2009.

Esta exposición exhibe una decena de obras mayormente de gran formato, especialmente pensadas para el sitio específico que implica esta muestra. 

Egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón en el área de escultura, esta artista cuenta tan sólo con 31 años y les asistente de distintas artistas, entre las que se destacan Viviana Zargón. 

Llama la atención la solidez de su búsqueda formal. Si bien se dedica a la pintura, se encuentra atravesada por la problemática del espacio, tanto el interno a la obra como la relación de esta con el exterior se encuentran problematizadas en sus planteos, acercándose incluso a temas relacionados con la arquitectura. 

Como la misma artista explica, a la par que retoca los últimos detalles de la intervención que está realizando en el muro de la as sala pequeña de la galería: “el título de la exposición es literal, no existe el horizonte en mi obra, es una línea más, incluso, en la intervención, esas vigas ahí arriba pintadas, se ven desde un punto de vista imposible con el resto del espacio, y eso es lo que me propongo problematizar, la mirada y el espacio”. 

Calvo es una artista interesante, cuya carrera hay que seguir. Viendo especialmente sus últimas obras presentes en esta muestra se nota algo que todavía no llegó en relación a los arrepentimientos, a lo desprolijo, como si esta propuesta fuera un work in progress en realidad de una identidad que esta creadora está comenzando a sentir y a hacer explotar.

Propone una instalación que cuenta con una composición musical de impronta sinestésica, especialmente creada para la ocasión por Analía Rosemberg* (pianista del grupo Los Amados), en un juego minimalista de notas del piano que dura casi cinco minutos y se repite, pasando por distintos timbres (que incorporan texturas imaginarias presentes en los metales y las maderas presentes en las pinturas), descubriendo en esa variedad un verdadero círculo cromático de tonalidades. 

Con sutilezas formales que sorprenden, repleta de paradojas, Calvo es una artista absolutamente contemporánea. Detenerse frente a sus obras es confundirse, descentrarse, olvidar la esperanza de un espacio sensato, dejarse ganar por la ilusión óptica, por el quiebre de líneas. Un uso estudiado del plano rebatido y del múltiple punto de vista exacerba esta desorientación de tubos, estructuras metálicas, aros cortados y soportes vacíos, que además suelen verse enrevesados con ciertas formas orgánicas que crecen o se sostienen volviendo la escena agradable, pero exquisitamente confusa.
 

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